Uno no puede dejar de preguntarse donde quedó aquello de ser todos iguales. Sería ridículo pensar que no se intentaría buscar el mejor tratamiento para el jefe del estado, pero uno no puede evitar pensar en el tratamiento privilegiado y que a un ciudadano de a pie no le van a atender igual.
Al fin y al cabo ese tratamiento privilegiado lo pagamos todos nosotros y los tristemente populares niños con enfermedades raras tienen que depender de donaciones privadas y la recolección de tapones de plástico para obtener su tratamiento en EEUU.