Vuelvo de vacaciones para encontrarme con la noticia de que Juan Morales vuelve al PP asturiano, y la noticia no puede ser peor en mi opinión. Todos los mensajes que este movimiento envía a los afiliados y votantes del partido son básicamente negativos.
El primero de todos es la imposibilidad que parece tener el PP asturiano para presentar algo nuevo. Aparentemente no hay manera de obtener ninguna cara nueva y la opción es revolver en las viejas glorias y ver que sale.
El segundo es que los cambios en los partidos políticos históricamente proceden de alguien de la casa y que tiene la autoridad suficiente para aglutinar gente a su alrededor y para deshacerse de los elementos opositores internos, si han leído bien, deshacerse porque la política es sucia y el poder también y no importa que hablemos de España, de EEUU o de Japón. Incluso las figuras más paternales de la política como Franklin D. Roosevelt en la política americana de los 30 y 40 se aseguró de liquidar a sus oponentes en el partido y lo gobernó con mano de hierro aunque su imagen pública fuera de bonachón paternal. El problema es que Mercedes Fernández no es una líder con un control claro del partido y Juan Morales no parece que pueda hacerse con ningún control, decidió abandonar el partido tras su derrota en el Congreso del mismo y porque no le gustaban los dirigentes del momento, lo que ocurre es que poco ha cambiado y muchos de ellos siguen ahí y no hay ninguna razón para pensar que en estos años hayan desarrollado un cariño especial por él.
El PP asturiano ha vivido una situación inestable y de debilidad en los últimos años y no veo solución a corto plazo, supongo que el PSOE estará frotándose las manos y su preocupación pasa por Podemos y no por el PP. Por cierto oportunidad a la vista por fragmentación del voto de la izquierda, veremos si el PP se da cuenta o se lía con sus problemas internos.